Por Osmar Zavaleta | Decano asociado de Investigación de la Escuela de Negocios del Tecnológico de Monterrey y miembro de su Grupo de Investigación-Área Temática en Innovación Financiera.
La suspensión de actividades productivas y el cierre de fronteras, causados por la pandemia del COVID-19, ocasionaron la ruptura de muchas cadenas de suministro a partir del 2020. Además de la contingencia de salud, hoy existe una gran tensión en las relaciones entre Estados Unidos y China, en virtud de que este último reclama a Taiwán, un país gobernado democráticamente, como parte de su territorio, y el presidente de China, Xi Jinping, ha declarado que lo tomará, incluso a través del uso de la fuerza. Además de lo anterior, la guerra entre Rusia y Ucrania ocasionó afectaciones en el suministro de ciertas materias primas, lo que provocó problemas en la continuidad en los procesos de producción de ciertas empresas.
Ante este contexto, y teniendo presente que cerca del 35% de la producción manufacturera a nivel mundial se concentra en China, empresas de todo el mundo comenzaron a relocalizar sus plantas productivas para diversificar el riesgo y, al mismo tiempo, lograr eficiencias al ubicar sus centros de producción más cerca de los destinos de consumo.
El hecho de que Estados Unidos es el primer socio comercial de México coloca a este país en una posición privilegiada para capitalizar el proceso de reubicación de muchos de los centros de producción de empresas estadounidenses, situación que describe el término Nearshoring, el cual se refiere a la estrategia de subcontratar procesos o servicios comerciales con una organización ubicada en un país cercano, a menudo dentro de la misma zona horaria, en lugar de una organización ubicada en un país lejano.
México se considera un lugar privilegiado para el Nearshoring por varias razones, entre las que podemos destacar: 1) En el caso de Estados Unidos, la ubicación geográfica, la larga frontera compartida y la zona horaria similar facilitan la comunicación y la colaboración entre empresas de ambos países, además de reducir el tiempo y los costos de transportación; 2) México tiene una importante fuerza laboral capacitada, con un número creciente de profesionales técnicos y con educación universitaria en áreas como ingeniería, tecnologías de información y comunicación, así como en disciplinas relacionadas con los negocios y la administración de empresas. Diversas instituciones educativas han ampliado su oferta educativa para atender las necesidades de diversas industrias, como la automotriz, la electrónica, la de manufacturera, entre otras, lo que ha dado como resultado una fuerza laboral altamente calificada; 3) México también ofrece salarios más competitivos, comparados con los de China, tanto en niveles operativos como en especializados y empresariales; 4) Aunque con ciertas necesidades de inversión para su renovación, México cuenta con una infraestructura apropiada, que incluye buenas redes de transporte, tecnología de comunicación, suministro de energía eléctrica, así como ecosistemas de negocios en algunas regiones del país; 4) México es la séptima economía del mundo con más tratados de libre comercio, de acuerdo con la OMC, lo que representa un mercado potencial de poco más de 1,300 millones de consumidores en todo el mundo, aunque en virtud de la importancia que representa Estados Unidos en la actividad comercial de México, el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC) toma especial relevancia.
Todos estos factores hacen de México un lugar atractivo para el Nearshoring, particularmente para las empresas con sede en los Estados Unidos que buscan expandir sus operaciones y acceder a nuevos mercados.
Este contexto, y teniendo en cuenta que México tiene tratados de libre comercio con Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, abre oportunidades de inversión, crecimiento y desarrollo económico para México y Centroamérica.
Por ejemplo, en la industria de dispositivos médicos, los principales exportadores de América, después de los Estados Unidos, son México y Costa Rica, en ese orden. Esto implica, entre otras cosas, que México y Costa Rica cuentan con mano de obra capacitada y competitiva, en términos de los costos laborales, con lo que las posibilidades de atraer inversión extranjera directa a estos países, en esta industria, se incrementan por el potencial de acceder a mercados más grandes, simplemente por los acuerdos comerciales con otros países.
De acuerdo con Bank of America Global Research, más del 80% de los centros de producción de Estados Unidos ubicados en Asia están considerando la posibilidad de reubicarse en México y Centroamérica. Este hecho presenta una gran oportunidad para lograr la integración de pequeñas y medianas empresas de estos países a cadenas globales de valor. Para lograrlo, se requerirán programas de asistencia técnica, transferencia de tecnología, acompañamiento, estandarización de procesos y certificaciones, así como acceso a financiamiento, por lo que los Gobiernos de la región deberán definir una estrategia clara que permita capitalizar estas oportunidades.
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